Sus manos, curtidas por los años, recorren la piel de ella con una seguridad que solo el tiempo regala. Cada caricia es firme, precisa, como si conociera de memoria los caminos del placer. Ella, con el cuerpo aún vibrante y la mirada encendida, responde con un gemido ronco que confirma: el deseo no se apaga con el paso de los años, se afina.
Suscríbete para continuar el relato…